Oropéndola

Una de las aves más bellas y características de “La Encinilla” es la Oropéndola. Oriolus oriolus.

No es sencillo observarlas pues tienen un carácter más bien tímido y retraído. Es típico observar de pronto su ágil y rápido vuelo que se cruza ante nosotros como un bólido amarillo vivo que llama poderosamente la atención aportando una nota de color sobre el siempreverde follaje. Eso sí, aunque cueste un poco verlas, sabemos que estamos siempre acompañados de estas bellas aves por su canto, sencillo, melodioso y aflautado, que siempre da una nota musical de fondo a los días de verano.
Pero conozcamos un poco mejor a nuestro protagonista:

Es una especie que pasa los meses de invierno en el África tropical. A comienzos del mes de abril recorren unos 3.000 km de media para llegar a la Península Ibérica para nidificar. Los machos son los primeros en llegar y sus primeras observaciones se producen a mediados de abril. Durante dos semanas se produce la ocupación de los territorios, de forma que, cuando llegan las hembras, a finales de abril y primeros de mayo, ya están cantando los machos en sus territorios.

Gusta la Oropéndola de instalarse en las arboledas, siendo pues, eminentemente forestal. Prefiere los bosques y sotos de ribera: choperas, saucedas, alisedas y fresnedas, aunque no es infrecuente encontrarlas en masas más abiertas y alejadas de los cursos de agua como robledales o encinares, como es nuestro caso. En las espesuras discurre su vida de forma discreta, casi siempre, en lo más alto del dosel arbóreo. Hay quien afirma que nunca toca el suelo, alimentándose de insectos, orugas y frutos de los árboles y bebiendo del rocío de la mañana acumulado en las hojas. Solamente cuando abandonan las copas de los árboles en donde desarrollan su vida y se dejan ver fugazmente, es cuando se puede apreciar la gran belleza de su plumaje. Un amarillo radiante el de los machos que contrasta fuertemente con las alas y un antifaz negro. Las hembras tienen un plumaje más apagado y verdoso que ellos, al igual que los juveniles.

Es pues, a partir de primeros de mayo, cuando las parejas se encuentran. Mientras los machos no cesan en su canto para defender su territorio, es la hembra la que se encarga de hacer el nido en lo alto de los árboles. A diferencia de otras aves que construyen sus nidos con ramas o ramitas apoyadas en las horquillas, la oropéndola utiliza materiales más flexibles como tiras de corteza y hierbas con las que teje un cuenco que cuelga en la horquilla de las pequeñas ramas terminales de los árboles. De este modo parece ser que evita la depredación por parte de los mamíferos forestales como gineta y garduña pues las ramillas terminales donde ubican su cesto no son capaces de soportar su peso. Pero por otro lado, presenta el inconveniente de resultar más expuesto a depredadores alados como urracas, arrendajos, cucos, gavilanes o águilas calzadas. Esto se soluciona con un fuerte carácter. Ante la presencia de estos depredadores alados, la pareja, aunque principalmente el macho, reacciona de forma rápida, valiente y agresiva, y no duda en atacar al intruso hasta que consigue su expulsión de las cercanías del nido.

Las puestas suelen comenzar a finales de mayo. Ponen de tres a cinco huevos que incuban ambos sexos durante 16 días. El turno de incubación del macho suele ser las horas centrales del día. Esto explica que durante el mes de junio, los característicos cantos que antes se oían a cualquier hora, comienzan a ser solo audibles durante la primera mitad de la mañana y la última de la tarde. Tras la eclosión, el ajetreo portando insectos al nido es incesante y después de otros 16 días, los pollos ya están en condiciones de abandonar el nido. En principio se quedan en las ramas próximas al nido, donde continúan siendo cebados por sus progenitores durante unos días. Es en este ajetreado momento del verano para las oropéndolas cuando comienza a ser cada vez más esporádico su cantar. A mediados de julio, los pollos ya son totalmente independientes aunque no suelen alejarse mucho del territorio paterno, siguiendo en muchas ocasionas a sus padres en sus desplazamientos de alimentación. A lo largo de la primera quincena del mes de agosto se dedican las oropéndolas a llenar el buche de insectos de todo tipo y de diversos frutos para preparar su largo viaje de regreso. La partida de las unidades familiares se produce escalonadamente durante la segunda quincena de agosto, coincidente con la maduración de los higos, fruto que, a propósito, les encanta y que, en las zonas donde abunda, les suele hacer retrasar unos días, hasta primeros de septiembre, su vuelta a África, para disfrutar de ellos.

Cuando el invierno toque a su fin y ya se haga patente la primavera, hacia finales del mes de abril, volveremos a escuchar el mágico canto del macho de oropéndola…

Simbología Espiritual de la Oropéndola

Para los antiguos habitantes ibero-célticos de la zona, la oropéndola era considerada un ave sagrada. Era para ellos un ser del Supramundo. Habitante de las alturas que rehusa tocar el suelo. Animal solar y masculino. Símbolo de la Luz y emisario directo del dios Baelisto “El Luminoso”. Su equivalente dentro del “panteón de plantas sagradas” sería el hipérico o hierba de San Juan.

Su aparición en nuestras tierras venía a anunciar el cambio de estación. Los primeros cantos de los machos nos estaban anunciando la inminente llegada de Beltane, nuestro Bontobaelisto hispano, y no es casualidad que, como hemos comentado, el definitivo establecimiento de las parejas de oropéndola se dan siempre en torno a esa fecha clave del calendario celta del 1 de mayo. fecha en que ellos celebraban la unión de los dioses de la luz. Baelisto e Iscallis.

Su canto aflautado transmite alegría, despreocupación y paz interior. Atributos del Supramundo que viene a transmitirnos.

Su ejemplo de vida, con sus parejas monógamas, sus nidadas fuertemente ocultas y bien defendidas junto a la característica de la permanencia de los lazos familiares entre padres e hijos hasta el momento de volar a países cálidos a pasar el invierno, hicieron de ella, según nuestros antepasados, símbolo de próspero matrimonio, fecundidad, armonía familiar y afecto en el hogar.

A nivel oracular, la visión de la esquiva oropéndola siempre era un buen augurio, prediciendo paz, amor y felicidad.

Naturaleza: Solar, masculina.
Claves: Felicidad, Amor, Sosiego.

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