La Encina

La Encina – Quercus rotundifolia

La Encina es nuestro árbol ibérico por excelencia. Los encinares constituyen el bosque con más superficie arbolada de nuestro país, cerca

de 2,8 millones de hectáreas y más del 15% de la superficie forestal arbolada. Su género, Quercus, es compartido por todos los “belloteros”: robles, alcornoques, quejigos, encinas, carrascas… Este género, Quercus, en realidad procede de un nombre de origen celta y significa “árbol hermoso”

 

Tipo biológico: Fanerofito. Árbol perennifolio. Monoico.

Descripción: Es un árbol perenne de copa redondeada que alcanza 10-15 m de altura normalmente, aunque, si la dejan crecer puede alcanzar hasta 25 m de altura y abrir su copa redondeada creando un área sombreada de un radio de hasta 20m. En este caso, hablaríamos de encinas “monumentales”, de las que en España hay muchas. El tronco es corto y robusto y la corteza resquebrajada de color gris oscuro. Presenta ramillas tomentosas. Las hojas son perennes, simples y alternas. con el limbo algo rígido y coriáceo, de forma muy variable (ovalado, aovado-oblongo o lanceolado) con el borde entero o dentado. El haz es verde oscuro y el envés más claro, tomentoso Los rebrotes basales, así como las ramas inferiores de los pies sometidos a poda periódica, exhiben hojas con borde espinoso, preparadas para defenderse de los dientes del ganado y de los grandes mamíferos silvestres.
Las flores femeninas, muy pequeñas, nacen directamente sobre el tallo. Las masculinas forman largos penachos o amentos en el extremo de los brotes del año. Ambas nacen habitualmente sobre el mismo árbol, tratándose por tanto de plantas monoicas. La bellota es de forma oblongo-cilíndrica, puntiaguda, de unos 2-3 cm de longitud. La cúpula cubre menos de la mitad del fruto.

Florece: De abril a mayo. Máximo en abril. Maduran los frutos en octubre-noviembre.

Ecología: Árbol dominante en gran parte de las regiones de clima mesomediterráneo donde forma extensas masas puras. Adaptado a climas duros continentales y fuertes sequías. Es heliófila, amante del sol. En la Sierra de San Vicente ocupa en masas puras las laderas más bajas, expuestas y de solana y en las llanuras bajas se suele presentar de forma adehesada. En esta sierra se produce una zona de contacto entre dos provincias biogeográficas mostrando situaciones de transición entre el encinar Luso-extremadurense de habitación más cálida y húmeda y el encinar Carpetano de ambientes más secos y continentales. Esto mismo sucede en “La Encinilla” cuyos acompañantes del encinar, por un lado son típicos del encinar Carpetano, como el Enebro de la Miera Juniperus oxycedrus, pero por otro lado presenta acompañantes más típicos del encinar Luso-extremadurense como la Cornicabra Pistacia terebinthus, el Quejigo Quercus faginea o el Madroño Arbutus unedo. Indiferente al suelo, vegeta en en altitudes de 0-1700 m.
Es un auténtico superviviente. Puede alcanzar edades superiores a los 500 años.

Abundancia en La Encinilla: Presencia abundante. Especie codominante en el estrato arbóreo junto al enebro de la miera. Existen, al menos, 25 pies centenarios de esta especie.

Etnobotánica:

La relación de los antiguos pueblos ibéricos con la encina ha sido muy íntima y cercana. Hasta tal punto es así, que podemos considerarnos “Hijos de la Encina”
Fue elevada a la categoría de divinidad. Fue símbolo de autoridad espiritual y también de autoridad terrenal. Todo en la sociedad ibero céltica giraba en torno a la encina centenaria, el árbol sagrado que constituía el eje en torno al cual se organizaba la vida del pueblo, su gobierno, sus leyes, sus ceremonias sagradas y sus festividades populares. El árbol protector del pueblo, que nos aportaba cobijo, leña para calentarnos, madera para construir, miel de sus flores, medicina en su corteza, bellotas para nuestra alimentación y la de nuestros animales, y alimento para nuestra Alma, energía, inspiración y comunicación con los dioses. Un árbol cuya veneración ha permanecido inalterable durante siglos y que hoy hemos olvidado.

Vamos a profundizar un poco más en todos estos usos tradicionales, desde los más mundanos hasta los más espirituales:

Madera: La madera de encina es pesada, dura, densa, compacta y resistente y duradera. Se caracteriza por una albura clara y sonrosada y un duramen interior de color rojo oscuro. Si se la deja secar lentamente proporciona una madera óptima para cualquier tipo de trabajo, desde la construcción hasta el trabajo de ebanistería fina. Una madera para “todo”.

Combustible: La leña de encina es la de mayor calidad, de gran poder calorífico y se ha utilizado mucho para el “carboneo”. La fabricación del carbón vegetal, que por unidad de peso da más calor que la leña al ser más rico en carbono, se realizaba mediante la combustión de troncos y ramas en condiciones de de escasez de oxígeno. Para ello, las carboneras se realizaban acumulando leña de encina y tapándola con matas de esparto o escobas y con tierra, dejando unos respiraderos. El oficio de carbonero era casi un arte, transmitido de padres a hijos. Los carboneros eran transhumantes que recorrían las dehesas del centro peninsular y de los cuales, el mayor contingente provenía de la provincia de Toledo.

Curtientes: La corteza de la encina es muy rica en taninos: ácido gálico, elágico y quercitánico y ha sido utilizada tradicionalmente en el curtido de pieles. Especialmente en los tradicionales cordobanes, pieles de curtidas de cabra.

Comestibles: Las bellotas son un gran alimento y concretamente, las de encina son las que contienen menos taninos y amargor. Existen poblaciones de bellotas dulces que parecen haber sido seleccionadas por el hombre desde la prehistoria en la Península Ibérica y norte de África, fomentando la siembra intencionada de estas bellotas dulces junto a la eliminación sistemática de los pies con bellotas excesivamente ricas en taninos. En la España Céltica, era un alimento base. Las bellotas se secaban, se mondaban y se trituraban, amasando la harina resultante en forma de pan.
Igualmente, la base de la alimentación del ganado consistía en las bellotas, especialmente del ganado porcino que se alimenta hasta hoy en día en las montaneras, libres en las dehesas de encinas y alcornoques del centro y oeste peninsular.

Mieles: La Miel de Encina es un mielato. Los mielatos no proceden del néctar de las flores, sino que provienen de una secreción dulce y resinosa que exudan las encinas. El mielato se cosecha a finales de verano, cuando hay menor floración y mayor producción de estas sustancias. Es una miel oscura, de sabor intenso, de consistencia más densa que la miel de flores, menos dulce y con un gran valor medicinal.

Medicina física: Tradicionalmente se ha raspado la corteza de los ramillos de segundo año por sus virtudes medicinales. Ëstas son: Potente astringente y antiinflamatorio. Gran antiséptico y antibacteriano. Reforzador del sistema inmune.

Se ha utilizado sobre todo en trastornos digestivos, sobre todo en aquellos que cursan con infecciones intestinales, en diarreas y disenterías. Igualmente como coadyuvante en cualquier tipo de infección, especialmente pulmonares, urinarias y uterinas o vaginales.
En uso externo, el cocimiento de las corteza es especialmente eficaz como antiséptico y cicatrizante de heridas. También tiene un largo historial de uso tradicional para el tratamiento de hemorroides y de procesos inflamatorios e infecciosos de boca y garganta a través de gargarismos con el cocimiento.

Medicina anímica: Antiguamente se atribuía a la encina la capacidad no solo de sanar nuestro cuerpo físico sino de sanar también nuestro cuerpo emocional y mental.
La encina es árbol de protección de la salud y la vida. Es un regenerador energético. Incrementa la juventud, la energía y la vitalidad, fortaleciendo y activando el alma para combatir los miedos, la desconfianza y el desaliento. Fomenta el poder interior, la resistencia, la voluntad y el autodominio.
El trabajo a nivel sutil con la encina está, por lo tanto, muy indicado en personas agotadas psicológicamente y anímicamente, así como en aquellas personas con falta de voluntad y confianza en sí mismos. Árbol que atrae seguridad, justicia y equilibrio a tu vida. “El árbol de la Gran Dignidad”.

Simbología Espiritual:

Dentro del mundo Iberocéltico, la Encina ocupa el papel asignado al roble en los países celtas más norteños. La encina es el “Árbol Rey”, el árbol sagrado por excelencia. Aún hoy en día, en los países anglosajones se designa a la encina como Holm Oak. El término Holm proviene de la misma raíz que Holly, por lo que el término inglés podría ser traducido como “El Roble Sagrado”.

La encina centenaria es símbolo solar de autoridad y ley. Representa la energía masculina, al dios Baelisto, “El Luminoso”, al padre sabio, guardián del orden.

Representa en sí el Axis Mundi, la puerta de entrada a otros mundos y realidades. Puente de unión entre submundo y supramundo. La encina centenaria es un lugar de poder, un templo natural. Eje y centro, encrucijada de los poderes que mueven el mundo. Conectar con este árbol fomenta el despertar espiritual, la guía, la inspiración y el don de la profecía.

Siempre ligada a el supramundo, a la mitad luminosa del año y a los dioses de la luz. Los encinares más sagrados se consideraban morada de la diosa Iscallis, la cual recorría estas espesuras fertilizando la tierra. Las ceremonias y festividades de la luz, principalmente Bontobaelisto, en la luna nueva en torno al 1 de mayo, y el Solsticio de Verano, cada 21 de junio, eran celebradas en estos Encinares. La Encina más centenaria constituía el nemetón o lugar más sagrado y a su sombra, los sacerdotes o druidas oficiaban tanto ceremonias religiosas como ceremonias más sociales como las juntas de gobierno, juicios y casamientos en esos días tan especiales.

Nos hablaban aquellos antiguos sabios que la vieja encina siempre es un lugar donde acudir a sanarnos y reconectarnos. Un maestro que nos ayudará a sacar nuestro Yo más auténtico, que nos abrirá las puertas del camino espiritual y nos guiará con su luz. Un ser antiguo, que nos revelará verdades profundas, que nos enseñará a conectar con los dos polos, conectándonos con el mundo superior pero enraizándonos profundamente en el inferior. Un padre que nos enseñará las lecciones del orden, al equilibrio, la fuerza, la perseverancia y sobre todo la lección del Amor Incondicional por la Vida.

Naturaleza: Solar, masculina.
Claves: Voluntad, Vitalidad, Conexión.

 

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