SER HUMANO Y HALCONES. Una relación milenaria.

La fascinación del ser humano por las aves de presa ha sido una constante desde el amanecer de los tiempos. La curiosidad y tenacidad del hombre por establecer una alianza con estas aves, dio lugar al nacimiento de la cetrería, esto es, el adiestramiento de las aves rapaces para la caza.

Anteriormente a la consecución de esta alianza, para las culturas más primitivas, las aves de presa y especialmente los halcones formaban parte integral de su espiritualidad. Casi la totalidad de estas antiguas culturas, profundamente conectadas a la naturaleza, conocían al halcón como al animal que vuela más alto. Su simbología es siempre solar, masculina y ascensional en todos los planos: físico, intelectual y espiritual.

Para los Nativos Norteamericanos era un mensajero del otro mundo, un intermediario entre hombre y dioses. Representaba el estado de sabiduría alcanzado mediante la iniciación chamánica y el poder que ello conlleva. El espíritu del halcón era el espíritu de la sanación y de la clarividencia, del “ver más allá”. Sus plumas eran utilizadas como símbolos ceremoniales y como objetos de sanación por excelencia.

Para Mayas y Aztecas simbolizaba igualmente un puente entre dos mundos. Para ellos, el halcón era el octavo peldaño de conciencia de la evolución y representa el mundo inconsciente del hombre, lo oculto, el mundo onírico, la sabiduría del inconsciente que aflora en la vida real como guía.

En el antiguo Egipto, el halcón estaba asociado a Horus “El lejano” o “El elevado”, Dios de los Cielos. Horus era representado como un ser humano con cabeza de halcón o bien como un disco solar alado. Su ojo derecho representaba al Sol y su ojo izquierdo a la Luna. Según la mitología egipcia, en una de las contiendas entre dioses, el ojo izquierdo de Horus quedó hecho añicos. Gracias a la magia, el ojo recuperó su función de forma completa y dio lugar al Udjat (El ojo de Horus), un ojo humano rodeado por los trazos faciales característicos del halcón peregrino. El Udjat se convirtió en uno de los amuletos de protección más potentes. Se convirtió en símbolo de salud, perfección, plenitud y purificación. Literalmente el símbolo del Udjat u Ojo de Horus se traduce como “El que está completo”. El halcón estuvo siempre asociado a la figura del faraón y muchos de ellos se hicieron acompañar en sus tumbas por halcones momificados.

Para los antiguos pueblos asiáticos también era un ave mística, enlazadora de mundos. Precisamente es en Asia donde, según todos los autores, nace la cetrería. El ser humano consigue, por fin, portar en su puño ese anhelado animal, lejano e inalcanzable. Comienza la alianza. No se conoce a ciencia cierta ni cuando ni cómo se produjo este cambio en la relación del binomio ser humano – ave de presa. Se cree que sucedió en algún momento entre el 10.000 A.C. (fecha aproximada de domesticación del perro) y el 5.000 A.C. (fecha aproximada de domesticación del caballo). Esta primera cetrería sería muy básica, una cetrería de subsistencia, como fuente de alimento de estos antiguos pueblos.

A raíz de su nacimiento, la cetrería fue poco a poco extendiéndose por todo el mundo. Se hizo universal. Existen constancias fehacientes de su práctica en los cinco continentes. A la par que se extendía fue ganando en complejidad. Dejó su carácter básico de subsistencia para convertirse en gran pasatiempo.

La Edad de Oro de la cetrería se sitúa en la Edad Media. En esta época se desarrolla al máximo amparada por los dirigentes de la época. Emperadores, reyes, altos dignatarios de la Iglesia, nobles y señores de todos los rangos, consideraban la cetrería como el más noble de los placeres. Las aves de presa eran bienes de incalculable valor, hasta el punto que cuando el Rey dictaba la pérdida de los bienes de un caballero, podía confiscar todos sus bienes y tierras, salvo su espada y sus aves de cetrería. Las partidas de caza en esta época eran importantísimos eventos sociales. Todos los monarcas españoles de esta época han sido grandes entusiastas y protectores de esta modalidad de caza. Quizá, el rey que más influyó en el florecimiento de la cetrería fuera Alfonso X, el sabio, siendo el primer monarca español en dictar leyes exclusivas que protegieran a las aves de presa.

Durante este periodo, el simbolismo del halcón, dejó de tener el carácter místico de las antiguas culturas, pero continuó simbolizando los valores más nobles y elevados. Es muy común en la arquitectura románica de la época, la aparición en capiteles de iglesias y catedrales, de halcones despedazando liebres, simbolizando la victoria de los elevados valores cristianos sobre el pecado y lo pagano. En aquella época, ya eran muy conscientes de los valores y beneficios que a título personal, conlleva el manejo y adiestramiento de estas aves. Por ello, la práctica de la cetrería era una escuela de paso obligado para todo aquel que se preciara en denominarse noble o caballero. La cetrería era la mejor forma de alcanzar un estado físico excelente, una correcta preparación para la guerra junto al manejo de las armas, y la mejor manera de aprender y sacar del interior esos principios elevados de nobleza, caballerosidad y buen hacer que conlleva el manejo de estas aves. No nos olvidemos que el adiestramiento de estas aves, a diferencia del resto de animales con los que solemos tratar, está basado en el premio y el halago y nunca en el castigo, pues no lo comprenden. La confianza del halcón siempre hay que ganársela desde nuestro lado amable.

Mas adelante, durante el Renacimiento, el halcón continuó teniendo su gran valor simbólico, retomando a la vez parte de su perdido carácter místico. Es típico en esta época considerar al halcón como símbolo de la necesidad de aportar luz a aquel que anda en las tinieblas. En las publicaciones de aquella época es muy común que comenzaran con un grabado de un halcón encaperuzado acompañado de la sentencia: “Post tenebras spero lucem” (Tras las tinieblas, espero la luz). Podemos contemplar esto en la portada de la primera edición de nuestro gran clásico “El Quijote”.

Fue a partir del siglo XVII cuando se inicia el lento pero inexorable declive de la cetrería en nuestro país, debido principalmente a la transformación de la sociedad feudal en sociedad burguesa y a la irrupción de las armas de fuego. Este incipiente comienzo de nuestra actual sociedad tecnológica, globalizada y desconectada por completo de la naturaleza, dio origen, no solo al olvido total de la cetrería, sino también de sus valores, llegando las aves de presa a ser perseguidas y exterminadas por considerarlas alimañas.

Los tiempos actuales están marcados por la crisis. Una crisis no sólo económica sino de valores. La tribu mundial y homogénea en la que vivimos se encuentra en un estado de agitación política, social, ambiental y espiritual. Cada vez más, ciertos sectores de la sociedad buscan salida a esta agitación del mismo modo que un niño busca consejo, a través de la sabiduría de la madre. Claramente está empezando a ocurrir. Hay una vuelta involuntaria a la Naturaleza. Vuelve a cobrar importancia la conservación del medioambiente, de los paisajes, el trato y contacto directo con los seres vivos, con las plantas, con la sabiduría  de las culturas tradicionales, etc, etc, etc.

La cetrería es una herramienta sumamente importante para todo aquel que busque ese contacto con una Naturaleza primigenia y auténtica.

La recuperación de este antiguo arte comenzó en nuestro país de la mano de Rodríguez de la Fuente a finales del siglo pasado y actualmente goza de una excelente salud, no sólo en España, sino a nivel mundial. Muestra de ello es la declaración en el año 2010 de la cetrería como Patrimonio Cultural y Bien Intangible de la Humanidad por parte de la UNESCO. Declaración que viene a reconocer el tremendo valor cultural que acarrea la cetrería: una modalidad de caza antiquísima, universal y elevada a la categoría de arte por todo aquel que se ha acercado a conocerla.

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.